La puerta está abierta....

Por si alguien decide entrar, por si alguien quiere decir algo...la puerta está abierta. No se mé ocurre otra forma mejor de empezar que dejar que corra el aire.

Pensamientos para digerir

En las cocinas hemos aprendido útiles lecciones, sobre todo para vivir. En ellas nuestras madres, abuelas y en general las mujeres que las han habitado, nos han ensañado normas de convivencia, de educación y de otros aspectos de la vida. También es un buen lugar para las conversaciones íntimas, para las risas, para las lágrimas, sin olvidar que nos acerca a esa buena costumbre de la hospitalidad, un vino, un pedazo de queso, un poco de salao...aunque sea un poco de agua fresca. Por eso y por mucho más me gusta escribir desde la cuina, porque es el sitio de mi casa que más me gusta








domingo, 2 de agosto de 2015

Juanita

Juanita llegó a casa en la primavera de 2014, antes del calor. Lo recuerdo porque desde que Mussi me había dejado yo no quise buscar otra gata, por lo menos hasta que pasara el verano y pudiera educarla dentro de casa, sin que se escapase al patio.Sin embargo una buena noche apareció en casa. Mis sobrinas se habían ido a pasear con su perro y en el camino de vuelta a casa les habían seguido dos cositas peludas, regordetas y juguetonas, Juanita y Pepita, así las bauticé. Decidí que pasaran la noche en casa y luego ya veríamos, entraron como si siempre hubieran vivido aquí, se bebieron la leche, jugaron un rato y se quedaron plácidamente dormidas.

Desistí de esperar a que pasaran los calores para coger una gatita pequeña y que aprendiera a vivir en esta casa y se quedaron, aunque dos gatas para cuidar, esterilizar, vacunar y alimentar era mucho gasto para mi maltrecha economía, pero una de ellas, Pepita, se fue por una ventana un día y no la volví a encontrar...
Así empezó Juanita a vivir en casa, comiendo, durmiendo, jugando y creciendo con ese buen carácter suyo. Entre sus preferencias estaba sentirse muy cerca de mi e ir subiendo sus patitas delanteras hasta mi hombro, hasta quedar apoyada como un niño. Desde allí, te tocaba con dulzura la cara, como para que le hicieses caso. Nunca he llevado un arañazo.
Le gustaba aposentarse en el lavabo, especialmente cuando yo estaba en el baño, desde allí, giraba su cabecita y te miraba, apenas maullaba. Yo me preguntaba si algún día necesitaba ayuda (en mi barrio hay algunos gatos un tanto macarrillas) si chillaría como hacía Luna (mi otra gata) y me recordaba a mi misma, de quien siempre me he preguntado si chillaría si un día me veo en un apuro.
Disfrutaba comiendo y metiendo su cabeza entre mis manos...yo estaba convencida de que lo nuestro era pura compenetración...

Ahora que ya era grandecita (algo más de un año) ya salía al patio e incluso se iba de parranda por el barrio, pero volvía cuando la llamaba. Aparecía con su cara sonriente y yo la cogía y la acariciaba y le decía que era una gata muy buena y más dulce que la miel...y era verdad.
Anoche la llamé y no vino. Tampoco volvía inmediatamente cuando la llamaba, se tomaba su tiempo. Pero entonces sonó el timbre y apareció mi sobrina con ella en brazos, la había encontrado en la calle, no se movía. La llevamos corriendo al veterinario. Dijo que estaba muerta. No tenía ningún golpe, no hizo ningún sonido, no tenía ninguna marca. Parece que se atragantó con algo que se metió en la boca y se ahogó. Me consuela que no sufriera, que muriera de forma rápida. Soy yo la que parece que sufre lentamente. Esta mañana no podía parar de llorar. Con estas palabras sólo intento recordarla, agradecer a mis sobrinas el regalazo que me hicieron cuando aparecieron con ella en la puerta, celebrar el tiempo tan bueno que hemos estado juntas.

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