La oferta de restaurantes, gastro-bares y demás locales que ofrecen experiencias atractivas crece constantemente, hasta el punto de que algunos hablan de la "burbuja gastronómica".
Junto a esta extensa oferta o muy lejos de ella, depende cómo se mire, habitan en este universo unos seres especiales, que parece hayan nacido con el don de convertir la gastronomía en arte.
Para mi lo que les diferencia es su creatividad, su capacidad de convertir un plato en un viaje sensorial en el que con los aromas, texturas, colores y sabores te dibujan un paisaje o te evocan sensaciones. Llenar la mesa, de una forma armónica, de bocados definidos por sus propios aromas, colores y naturaleza, recreando la cultura gastronómica de una tierra para mi es obra de genios.
Y esa es la sensación que tuve en la "ceremonia" gastronómica que brinda Nazario Cano.
Que para darte la bienvenida sobre el centro de mesa vuelquen un líquido que provoque una suave bruma de olores reconocibles te prepara para abrir todos los sentidos, relajarte y disfrutar.
Encuentras sobre la mesa, en breves representaciones, alusiones a la naturaleza mediterránea, del mar y de la tierra, y en los platos su esencia trabajada con imaginación, pasión y respeto. Morder el aroma de las brasas es una experiencia difícil de olvidar o sentir en el paladar dos sabores tan intensos como el del turrón y el foie que se diferencian y complementan en un sólo bocado son algunas de mis percepciones más intensas al probar las propuestas de Nazario Cano. Sólo me faltó medir mis fuerzas, aceptar que mi estómago no tolera bien bien más de seis o siete platos en una sesión, por larga que la hagamos.
Podríamos contar la trayectoria de Nazario Cano, su intensa vinculación con los fogones desde niño, su intenso chapuzón en la cocina peruana...lo que no sé si se puede describir es lo sublime de sus creaciones.